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Artículos de Jaime Ornelas, Manuel Bartlett Díaz y de Ricardo Rocha

Artículos de Jaime Ornelas, Manuel Bartlett Díaz y de Ricardo Rocha

 TENDAJÓN MIXTO  

Punto de quiebre

 

 

Jaime Ornelas Delgado

Que opinen los mexicanos

 México está a punto de decidir su futuro. No es retórico decir que la decisión que se adopte sobre el sector energético marcará el futuro mediato e inmediato del rumbo del país. Así de trascendente resulta la decisión respecto de la propuesta que Felipe Calderón hizo sobre Pemex: se privatizan las actividades petroleras o el petróleo sigue en manos de la nación y se procede a la reestructuración completa del sector energético.

Si los debates que se han dado en el Senado fueran tomados en serio, un gobierno distinto, más sensible a la opinión pública que el actual, ya hubiera retirado la propuesta que envió al Senado y convocado a la nación a formular una propuesta distinta donde no sólo Pemex, sino a todo el sector energético, se mantuviera como propiedad de la nación para convertirlo en la palanca del desarrollo soberano, independiente y democrático del país. 

Como pocas veces, los mexicanos tenemos una oportunidad histórica que no debe perderse y la decisión debe y puede seguir caminos de civilidad si, como es de esperar, se consulta a todos los mexicanos sobre qué hacer con el sector energético que juega en México y el mundo un papel estratégico. Si como dicen unos y otros, el petróleo es de todos los mexicanos, lo menos que se puede hacer es consultar a los propietarios sobre el papel que quieren que desempeñe el sector energético en la sociedad nacional, incluyendo las energías alternativas antes que se apropie de ellas el capital transnacional.

Los mexicanos sabemos que Pemex es capaz de seguir cumpliendo las tareas de la industria petrolera, tal y como lo establece la Constitución, y en consecuencia no requiere ser desplazada por ninguna empresa privada. Esta es una opinión, cierto, y lo que se necesita saber es qué quieren los mexicanos de Petróleos Mexicanos y el petróleo, lo que obliga a una consulta, que no es extraña a la Constitución, que en su artículo 26 establece: “La ley facultará al Ejecutivo para que establezca los procedimientos de participación y consulta popular en el sistema nacional de planeación democrática”.

Esto es, la constitución contempla la participación y la consulta popular, no la niega ni la prohíbe, por el contrario la admite. Entonces a que esperar, hay que empezar a organizarla. Esta sería la salida política más conveniente, no hacerlo así puede ser socialmente riesgoso.

 

El presupuesto y los amigos del poder

Lo que le voy a contar es estrictamente cierto y se puede consultar en el portal de transparencia gubernamental y la página de Compranet.

A pesar de que el gobierno federal dispone de 70 mil mandos medios y superiores, de esos que tienen los sueldos más altos y se supone son los mejor calificados profesionalmente, a lo largo de 2007 y de los tres primeros meses de este año, se han erogado casi 4 mil millones de pesos en la contratación de empresas de asesoría y consultoría; es decir, todo o casi todo lo que deberían estar haciendo esos 70 mil burócratas lo elaboran los amigos de los funcionarios que crean su empresa y obtienen jugosos contratos.

Dos de esos contratos llaman la atención, uno que benefició a Héctor Reyes Retana, quien fuera director del Banco Nacional de Comercio Exterior en el gobierno de Fox y que el 15 de enero de 2007 fue contratado por el mismo banco para que diseñara el fideicomiso “Pro México” que sustituyó al propio Bancomext. El contrato, por 3 millones de pesos, venció en abril pasado. La verdad es que 3 millones de pesos en 15 meses no es mal negocio, sobre todo si se considera que Reyes Retana fue nombrado director del Fideicomiso “Pro México” que le pagaron por crear para enterrar a la institución que dirigió.

Pero el siguiente contrato tampoco está mal. Aarón Dychter, subsecretario de Transporte en el gobierno de Fox, fue contratado del 15 de mayo de 2007 al 31 de diciembre del mismo año, es decir siete meses y medio, con el fin de hacer la “reingeniería de los Ángeles Verdes”. Le pagaron 3 millones 420 mil pesos sin que, por cierto, no se registrara qué fin tuvo la mencionada reingeniería –que tal vez debió haber hecho como subsecretario de Transporte.

Una partida que destaca, es la que importó 18 millones de pesos que comprende rubros como “asesoría especializada en materia de difusión”, “asesoría para la elaboración del manual de bienvenida para el personal de la presidencia” o “asesoría en materia de análisis político”.

Y para cerrar con broche de oro, ¿quién cree usted que ofreció por 252 mil pesos conferencias sobre la “excelencia” a los miembros de las fuerzas armadas, pues nada más ni nada menos que el licenciado Miguel Ángel Cornejo, quien también vendió al gobierno, por 514 mil pesos, 2 mil agendas tituladas “El poder del líder edición 2008”. 

 

El tesoro ya tiene dueño

Se acuerda usted que todo empezó con ese comercial que anunciaba que México tenía un tesoro en el fondo de mar y que era necesario ir por él –claro acompañado de empresas extranjeras– para solucionar todos los problemas del país, pues lamentamos anunciar que el país más bien tenía ese tesoro y que ya ni siquiera hay que ir a buscarlo a las aguas profundas del Golfo, ya que, según se ha visto recientemente, el mentado tesoro ya lo tiene en su poder Carlos Romero Deschamps, el dirigente nacional de los petroleros quien hoy, vivillo que es desde chiquillo, ha sellado una alianza con la miss Gordillo para seguir lucrando con las cuotas sindicales. (Por este concepto, entre 2005 y 2007 el sindicato de Deschamps recibió, en promedio 49 mil 800 pesos por hora de cuyo destino jamás se rinden cuentas) .

 

 

 

 

Petróleo: autonomía o sometimiento
Manuel Bartlett Díaz
12 de junio de 2008

 

 

 

El precio del petróleo generó una crisis mundial. El tema está en los medios internacionales. Divide a los países en productores o consumidores; éstos en diferentes tonos exigen mayor producción para ellos y menos precio, pero la balanza del poder no está de su lado. Bush exige a Arabia Saudita más producción con amenazas, el rey Abdullah lo rechaza y le señala que no es sólo crecimiento de la demanda sino la economía deficitaria de Estados Unidos y su geopolítica.

El Financial Times de Londres editorializa el 16 de mayo: “Es tiempo de convocar al Grupo de los Ocho con tres objetivos: impulsar la eficiencia para reducir la demanda; la inversión para aumentar la oferta, y asegurar el reciclamiento de los billones de dólares que reciben los productores de los consumidores, de regreso a los consumidores”. Una de las formas que propone es “un acuerdo entre las compañías nacionales, como Pemex en México y las compañías como Chevron y British Petroleum. Un grupo tiene petróleo y el otro tecnología y experiencia”. Suena conocido. Los ocho se reunieron el 8 de junio y pese a exigencias de presiones para someter a los productores, con lenguaje diplomático propusieron lo mismo: más producción, menos despilfarro. Respecto a los productores se mencionaron los subsidios a las gasolinas, que ya no soportan los países en desarrollo, arriesgando inestabilidad social.

La histeria de los países consumidores se revela en artículos internacionales catastróficos: “será el dislocamiento financiero”, “la caída del nivel de vida”, sostenidos durante años por el bajo precio del petróleo, o sea, la constante transferencia de riqueza de los productores a los consumidores.

La situación apunta al fortalecimiento de los petroleros: Arabia Saudita, Rusia, que reunió esta semana a todos los directores de las petroleras occidentales en el primer informe del presidente Medvedev. Ahí estuvieron pese a acciones renacionalizadoras, conflictos locales con British Petroleum, con Shell y a la airada declaración del director de Exxon de que en Rusia no hay respeto a la ley.

En México la balanza del poder hacia los petroleros no nos beneficia. El gobierno ha decido seguir los dictados de los poderosos aunque estén hoy en desventaja. Apegado al Financial Times, el proyecto es producir más para ellos sin tomar en cuenta las reservas ni el aprovechamiento máximo nuestro. Eso es lo que significa que Carstens insista en que no tenemos recursos pese al elevado precio del petróleo porque se nos va —se recicla— en importación de gasolina y gas. No hacen nada pese a la urgencia para corregir esta situación absurda sólo explicable por compromisos de gobierno de no hacerlo, y de refinar en su caso como lo propone Calderón con empresas extranjeras en México para cederles las ganancias y el destino del producto.

La preocupación del director de Exxon sobre el respeto a la ley en México no inquieta, el contratismo que tratan de imponer sólo “le da la vuelta a la ley”, el legalismo transnacional es circunstancial.

La crisis mundial no altera a Calderón, el proyecto está decidido y de permitírselo el Congreso, nuestra industria petrolera será colonizada y convertida en “recicladora” de dinero hacia Estados Unidos, fortaleciendo su economía en lugar de la nuestra. Tendremos menos recursos para combatir la pobreza y ellos tendrán más para reforzar la infame muralla fronteriza levantada para detener a los pobres; ellos no serán reciclados, sólo el dinero del petróleo.

mbartlett_diaz@hotmail.com

Ex secretario de Estado

 

Detrás de la Noticia
Ricardo Rocha
12 de junio de 2008

 

 

 

El juego que todos jugamos

Así se titulaba la obra del gran Alejandro Jodorowsky que en mis tiempos de universitario se representó cientos de veces en cuanta compañía amateur o profesional había entonces. Se trataba de una sucesión, más o menos hilvanada, de escenas inspiradas en los conductistas de moda, en las que se recreaban situaciones sobre los más contrastantes sentimientos humanos: los celos, el deseo, el egoísmo, el aislamiento, la felicidad, el odio, la indiferencia y, en fin, el amor y el desamor. Todo a base de los llamados sicodramas que plasmaban en el escenario las angustias existenciales —que ya se comenzaban a padecer en esos tiempos— con buenas dosis de realismo y un sentido del humor ciertamente ácido.

Hoy se me agolpan todos esos recuerdos a propósito del episodio melodramático de Santiago Creel que, ya que estamos en el teatro, nos remite a Calderón —pero De la Barca— con aquello de que “yo sueño que estoy aquí, de estas prisiones guardado, y soñé que en otro estado más lisonjero me vi”. O a lo otro de que “en el mundo, en conclusión, todos sueñan lo que son, pero ninguno lo entiende”.

Así, en este país, el juego que todos jugamos es el de la democracia. Por supuesto que sólo cuando nos conviene. En sus dos variantes: la representativa y la participativa. A ver, en el centro del debate nacional está ahora la consulta de Marcelo Ebrard sobre la propuesta petrolera de Felipe Calderón. Y mientras transcurren los foros sobre la ya de por sí polémica reforma, crece también la rabiosa discusión sobre la conveniencia de una consulta popular que juzgue la iniciativa presidencial. Todo, antes de su resolución final en el Senado de la República.

Por lo pronto, los panistas y el gobierno federal van perdiendo de todas todas. En términos boxísticos, los panegiristas de la reforma han sido auténticos flanes para los críticos de la iniciativa y para quienes de plano se oponen a ella. Como si se tratara de peleas de dar lástima entre esqueléticos pesos mosca que son apabullados por la pegada contundente de auténticos pesos completos. La pura lista de unos y otros es un adelanto de una ya larga serie de nocauts efectivos.

En lo que hace al debate por la consulta la paliza va por el estilo. Los oficialistas ya perdieron la batalla de la supuesta inconstitucionalidad. Los más prestigiosos especialistas del derecho se han pronunciado claramente: la consulta no sólo es legal, constitucional y legítima, sino lógica y moralmente necesaria para la vida democrática de la nación. Así de claro.

Por eso ahora la descalificación se basa en la simpática tesis de que todos somos idiotas y que nuestro limitado raciocinio no nos da para decidir en un asunto tan complejo, por lo que este ejercicio de democracia participativa debe ser descartado. En cambio, para eso está nuestra democracia representativa. Que decidan nada más nuestros próceres en el Congreso. Al fin que ya podemos estar seguros de que en lo científico hay decenas de Einstein y Madames Curie entre nuestros legisladores. Que en lo moral sobran los émulos de Ghandi y la madre Teresa. Y en lo patriótico, todos se asemejan a Hidalgo, Morelos y la corregidora.

Los oportunistas de la democracia también ofenden nuestra inteligencia con la desmemoria. Como si no estuviesen allí los hechos incontrovertibles tan sólo en los tiempos muy recientes: en agosto del 2000, los diputados panistas pidieron incluir en la Constitución las figuras de referéndum, plebiscito e iniciativa popular; en julio de 2007 el PAN del DF exigió al gobierno perredista que hiciera una consulta ciudadana sobre el trascendente asunto de los parquímetros en Polanco y Anzures; en el mismo mes el actual senador Felipe González propuso un plebiscito para determinar si los sacerdotes podían ocupar cargos de elección popular; al finalizar ese año otro senador en activo, Juan Bueno Torio, impulsó otra vez una iniciativa de reforma constitucional para incluir plebiscito y referéndum porque “la voluntad de los ciudadanos es la autoridad máxima”.

Por eso Santiago Creel estaba condenado al fracaso. Imposible arreglar en semanas una incongruencia de años. Pero el miedo suele ser un consejero despiadado. Decíamos apenas la semana pasada que la batalla por la consulta podía ser sanguinaria. Y ya hay un primer muerto.

ddn_rocha@hotmail.com

 

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