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Artículos de Federico Arreola y de Laura Itzel Castillo

Artículos de Federico Arreola y  de Laura Itzel Castillo
Por Federico Arreola

Que nadie esté triste: AMLO ganó

Cuánta gente me dicho que está triste porque no se pudo parar la reforma privatizadora. Gente del movimiento de resistencia que cree en Andrés Manuel. Gente, sí, que ha realizado grandes sacrificios para participar en cada protesta convocada por el líder. No hablo de políticos profesionales ni de intelectuales dogmáticos. Me refiero a personas comunes y corrientes: amas de casa, profesionistas, modestos funcionarios, pequeños empresarios. Gente tan anónima que Andrés Manuel no identifica por su nombre. Lo más valioso de la resistencia, pues. Les he dicho que no estén tristes porque, a pesar de todo, la resistencia civil logró una victoria. Lo quiera o no aceptar Andrés Manuel, aquí ha habido un triunfo. En forma inevitable me preguntan por qué entonces El Peje no ha terminado de aceptar plenamente que ganó esta batalla. Porque así es él, les respondo. Ya está pensando en lo que viene. Algo que, en mi opinión, no es del todo adecuado. Porque la resistencia no puede caminar siempre a toda velocidad. Carajo, de vez en cuando se necesita una pausa. Si AMLO es o se siente incansable, la gente que lo apoya sí se fatiga.

Insisto: a la resistencia civil le hubiera convenido más quedarse, la semana pasada, con la idea de que se obtuvo una victoria parcial pero merecida y reconfortante, que presionar buscando algo imposible de conseguir.

Yo me quedo con la victoria de Andrés. Porque el motor del avance es el triunfo, y aquí lo hubo. Pequeño tal vez, pero tan importante para elevar la moral. No lo dejemos ir.

Laura Itzel Castillo
En concreto
29 de octubre de 2008
 
 
Estrategia y táctica
 

 

 

 

Es digna de análisis la cantidad de opiniones vertidas por los intelectuales orgánicos del régimen en la que se descalifica al presidente legítimo de México, Andrés Manuel López Obrador, por su oposición a la reforma energética aprobada por el binomio PRI-PAN y por un segmento de la izquierda.

Abundantes han sido los adjetivos: esquizofrénico, loco, estúpido, resentido, perdedor… La lista de injurias no cabe en este espacio. ¿Por qué tanto encono contra él? Porque le tienen miedo. Miedo a su talento, a su liderazgo, a su credibilidad y legitimidad, a su congruencia y honestidad. La lista de virtudes es igualmente interminable.

A López Obrador una y otra vez lo han dado por muerto —políticamente hablando—, pero ocurre que los muertos que vos matáis gozan de cabal salud. Si poseyera una milésima parte de los defectos que los analistas oficiales y oficiosos le atribuyen, simplemente no se ocuparían de él.

Alguna vez leí que un individuo enamorado no detecta los defectos del ser amado. Ocurre también a la inversa: alguien que odia tampoco observa las virtudes y talentos de la persona odiada. AMLO desata pasiones en ambos extremos. ¿Qué de raro hay en ello? La política es sentimiento, más que razón.

Lo llamativo es que algunos sesudos estudiosos de la ciencia política abdiquen de las herramientas y categorías de análisis aprendidas en la academia, y asuman el mismo “razonamiento elemental” del mexicano promedio, ese al que tanto desprecian por su baja escolaridad.

Y muchos ni cuenta se dan de este fenómeno —excluyo, desde luego, a los mercenarios de la pluma—. Eso sí: critican apasionadamente la pasión de los demás y descalifican desde la fe la fe de los otros. Obtienen primero las conclusiones y luego acomodan las premisas.

Clarifiquemos: la estrategia es el arte de ganar la guerra, mientras que la táctica estudia la forma de ganar batallas. Toda estrategia tiene como fin el triunfo. Para ello hay que superar las adversidades y doblegar las voluntades que se nos oponen. Y eso es lo que ha hecho López Obrador en materia petrolera.

Muchas de sus propuestas las asumió el gobierno usurpador y las aprobó el Congreso. Eso es gobernar desde abajo. ¿No era, acaso, lo que le pedían muchos de esos intelectuales orgánicos que hoy lo vapulean? Cierto que hubo avances, pero prevalecen las trampas y los vicios ocultos. Por eso la lucha sigue.

¿Compartir el triunfo de la reforma petrolera con Calderón? ¡Por favor! Eso sí que es no tener visión estratégica. Eso sí que es confundir la táctica con la estrategia. Eso sí que es apostar a ganar pequeñas batallas, no la guerra. Ante lo que viene —la lucha por la defensa de la economía popular—, la batalla por el petróleo es apenas el ensayo.

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