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Artículo de Jaime Ornelas Delgado

Artículo de Jaime Ornelas Delgado
 

 TENDAJÓN MIXTO  

Un mundo se derrumba

 
Jaime Ornelas Delgado

El llamado Acuerdo Nacional a favor de la Economía Popular y el Empleo muestra sin duda alguna que el gobierno federal sigue sin comprender la gravedad de la crisis, ni el por qué de la misma. No entiende la tecnoburocracia calderonista que la crisis en México tiene su origen, por un lado, en el fundamentalismo que ha insistido desde hace más de 25 años en que el mercado debe y puede resolver de manera suficiente y satisfactoria los problemas que él mismo ha creado a la economía nacional y, por el otro, en la enorme dependencia de la economía mexicana hacia la estadunidense.

En realidad, “dada la evidencia empírica”, no hay razón para pensar que con el tiempo, dejando el libre funcionamiento del mercado, los frutos del crecimiento se filtren hacia abajo, por goteo, beneficiando a toda la población. Nunca ha sido así, en ningún periodo y en ninguna parte. No tiene sentido ni solidez plantear que primero hay que crecer y después distribuir. Por el contrario, hay que crecer distribuyendo. En todo caso, el empleo bien pagado y el bienestar social deben ser detonantes del desarrollo, no su resultado.

Por su parte, la dependencia es situación, no destino. Hay que reconocer que la dependencia sólo disminuirá en la medida en que se fortalezca y expanda el mercado interno. Con un mercado interno sólido y en crecimiento, la economía nacional dependerá cada vez menos de lo que suceda en la estadunidense. De la misma manera, todos los instrumentos y las políticas de que dispone el Estado deben sumarse y orientarse al único propósito de promover el desarrollo social y no sólo el crecimiento, que por sí mismo no garantiza mejorías en el bienestar de la población.

No se trata, entonces, como lo propone el gobierno federal, de tan sólo hacer frente a la crisis; tal vez ese sea su mezquino propósito; por el contrario, el movimiento social debe aprovecharla para crecer, elevar sus niveles de organización y movilizarse para lograr romper en definitiva con el neoliberalismo e implantar un nuevo modelo donde el desarrollo no se intente alcanzar mediante una política social de carácter residual y dependiente de los recursos fiscales, siempre escasos, sino que se convierta en el centro y objetivo insustituible de la política económica.

La crisis actual ofrece la oportunidad de cambiar a fondo el modelo de desarrollo capitalista que ha ordenado la marcha de la economía del país en los últimos 25 años. Se trata, ahora, de empezar a construir un modelo posible, donde se alcance un adecuado equilibrio entre el Estado y el mercado que se traduzca en un nuevo ciclo de desarrollo apuntalado por una economía social en expansión.

Esto nos ayudaría a comprender que la actual no es sólo época de cambios, sino también y, fundamentalmente, un cambio de época donde el neoliberalismo pase a ser sólo un mal recuerdo para nuestro pueblo.

 

Hágame usted el favor...

Lamentable la intervención de Felipe Calderón en el Sexto Encuentro Mundial de Familias, donde se ostentó como “católico ejemplar”, olvidando, o renegando a su condición de gobernante de un Estado laico y de una nación plural donde, por tanto, ninguna religión es oficial ni puede ser favorecida desde el poder. Y eso no fue todo. En su discurso, faltándole al respeto a la diversidad, tomó partido por una visión tradicional de la familia fundada en un vínculo conyugal heterosexual, la cual está muy lejos de ser en estos momentos la situación generalizada en una sociedad como la mexicana, cada vez más heterogénea. Esta concepción de la familia, que la jerarquía católica considera la única moralmente aceptable, corresponde a una concepción retrograda de la sociedad en la que no se admite, por supuesto, el divorcio ni la diversidad sexual o la soberanía de las mujeres sobre sus cuerpos y de las personas sobre sus afectos, y se condena a las familias integradas al margen de la pareja heterosexual. Pero ya encarrerado, Calderón se fue de bruces y dijo estar “preocupado” por el divorcio, al que dijo es preciso afrontar desde la perspectiva de los valores, pues la delincuencia, afirmó el espurio, se debe a la falta de valores familiares que se pierden cuando la pareja se divorcia. La verdad es que el divorcio no  tiene por qué preocuparle a Calderón ni a nadie cuando resulta de una libre elección, y es descabellado atribuirle la causa de fenómenos delictivos y antisociales. Si esta es la explicación del aumento de los delitos, no es difícil comprender el sonado fracaso de su gobierno en la “guerra contra la delincuencia organizada”. Aun más, los hogares formados al margen de las formas tradicionales de familia no son necesariamente disfuncionales y, para terminar, la actitud de Calderón ofende a las parejas no heterosexuales, a las madres y a los padres solteros y a sus hijos, que merecen respeto y no la compasión de nadie, y mucho menos las condenas mojigatas....

Pero Calderón no sólo tuvo tiempo de exhibirse en el encuentro de las familias. También fue a Estados Unidos para entrevistarse con Obama y mire lo que pasó: primero, ante el todavía en ese entonces presidente electo de ese país, Calderón se ofreció como guardián del patio trasero estadounidense: “Mientras más seguro esté México, también estará seguro Estados Unidos”, dijo Calderón tratando de obtener recursos para sostener su guerra y garantizar así la seguridad de Estados Unidos...

Y luego, ya de plano Calderón perdió el decoro y ofreció apoyo a Obama para superar el “preocupante” sentimiento antiestadunidense que existe en América Latina, como si este sentimiento no fuese una cuestión histórica o no tuviera como fundamento los agravios sufridos. En fin, se atribuyó el panista el papel de escudero fiel del imperio...

Pena ajena siente uno por los regidores panistas de Guanajuato que aprobaron el el “Bando de Policía y Buen Gobierno” que prohíbe y castiga besarse en público y los “tocamientos obscenos”, como si los hubiera...

Finalmente, debe preocuparse Obama: Calderón ofreció trabajar con él “codo con codo”. 

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