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Artículo de Jaime Aviles

Artículo de Jaime Aviles

jamastu@gmail.com

Un grito súbito en la Plaza México, dos domingos atrás: “¡arriba López Obrador!”. Respuesta del distinguido y culto público: silencio. Una semana después, en el mismo lugar y entre la misma gente, sentado en barrera de segunda fila de sombra, un famoso levantacejas de Televisa, defensor a capa y espada del fraude electoral de 2006, recibe el brindis de un torero y se lleva una rechifla.

Hace dos años y medio, durante alguna de las lluviosas tardes del plantón en Reforma, en respuesta a la demanda de millones de mexicanos que exigían la revisión total de los comicios presidenciales, los escasos partidarios de Felipe Calderón en una corrida de la Plaza México, cerveza en mano y a voz en cuello, coreaban así: “¡voto por voto, casilla por casilla, se chinga Obrador y toda su cuadrilla!”. Hoy, ante el apoyo explícito al político tabasqueño, guardan silencio, y no se molestan en respaldar, aunque sea con un aplauso, al cínico propagandista del régimen.

Reducto del conservadurismo más recalcitrante, la Plaza México y sus cambios de actitud ante la realidad de la crisis, explican a su modo el enojo creciente de las voces de la calle, las férreas protestas de los pescadores camaroneros en paro desde hace un mes contra el absurdo precio del diesel; las movilizaciones de los trabajadores cañeros, o la manifestación de ayer por la tarde que aglutinó a campesinos, maestros y mineros, en representación de diversos sectores que luchan contra la política económica de Calderón y su redondo secretario de Hacienda.

Al margen de la gente de carne y hueso, los partidos políticos preparan las contiendas electorales desarrollando una actividad que en mucho se parece a la que realizan los dueños de los equipos de futbol durante los llamados “mercados de piernas”: venden y compran todo lo que les ayude a meter goles. En el PRI, Beatriz Paredes intenta un palomeo equitativo entre los grupos que encabezan Manlio Fabio Beltrones y Emilio Gamboa Patrón, en abierta pugna con las fuerzas teotihuacanas del muñeco de la rosca, Enrique Peña Nieto.

En el PAN, consciente de la debacle que se le viene encima, Germán Martínez, el pequeño nazi que dizque lo dirige, suplica desde ahora que durante la campaña no se mencione, pero por piedad, el tema del empleo. ¿El partido del “presidente del empleo” se arrodilla así para implorar que no le toquen ese piano? Pues entonces que tampoco se hable de inseguridad pública, devaluación del peso, precio de la tortilla, inflación galopante, precio de la gasolina, 7 mil muertos de la guerra “contra” el narco, precio del gas doméstico, contratos de Mouriño, precio de la luz eléctrica, manos limpias, coopelas o cuello, resultados de la investigación “exhaustiva” a los hijos de Marta Sahagún, castigo a los que “irrumpan” la ley, matanzas de inocentes en los retenes militares de Sinaloa, la “gastritis mal atendida” de Ernestina Ascensio en Zongolica, la represión criminal en Oaxaca, los 70 años de cárcel a los líderes de Atenco, el sonsonete “López Obrador es un peligro para México”, ni del “vota por mí para que nunca más volvamos a tener una crisis”.

De aceptarse el ruego de Herr-man, las campañas electorales podrían llevarse a cabo de acuerdo con el método de Marcel Marceau, es decir, con el rostro de todos los candidatos pintado de blanco abstencionista y haciendo mímica en el más absoluto y delicioso de los silencios.

Limón o sandía

Durante el mitin del domingo pasado en el Zócalo, ante más de 200 mil seguidores de Andrés Manuel López Obrador, Alejandro Encinas anunció que el Movimiento Nacional en Defensa de la Economía Popular abrirá casas en las capitales de todos los estados de la República y en las 16 delegaciones políticas del Distrito Federal, que funcionarán como “centros de operaciones” y “lugares de encuentro y de trabajo” para “promover la solidaridad y la ayuda mutua, fomentando la vida y el desarrollo comunitario”.

Estamos ante una decisión que, si se concreta, puede tener consecuencias profundas, toda vez que supone la instalación de las primeras estructuras territoriales del gobierno legítimo en todo el país. De esos “lugares de encuentro y de trabajo” podrían surgir los comedores populares que López Obrador propuso en noviembre; las empresas autogestivas para impulsar actividades económicas, que se mencionaron en diciembre, y un montón de cosas más: cooperativas para producir alimentos, talleres de artes y oficios, redes de salud, guarderías infantiles, etcétera.

En otras palabras, a través de esa estructura, el movimiento podría transformar en obra pública toda la energía humana que la crisis va a sacar del mercado laboral, y contribuiría asimismo a atenuar las consecuencias de la depresión y los impulsos autodestructivos que traen consigo la pérdida del empleo.

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