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Artículo de Wulfrano Torres Pérez

Artículo de Wulfrano Torres Pérez
 

 OPINIÓN  

México, el país de las maravillas “duopólicas”

 

 
WULFRANO TORRES PÉREZ*

Y si Lewis Carrol hubiera vivido

 en México ¿cuáles hubieran

sido las desventuras de Alicia? 

 

En un país donde la realidad supera a la ficción, ninguna riqueza es suficiente para saciar la ambición y los privilegios de unos cuantos. Son pocas familias las que en México se reparten a la nación entera (¿Alí Babá y los 40 ladrones?); tan pocas y “bien educadas”, que caben de manera ordenada en unas cuantas duopólicas bandas o mafias, eufemísticamente llamadas “instituciones”: PRI–PAN; Televisa–Tv Azteca; clase política–clase empresarial; iglesia–gobierno; delincuencia organizada–corporaciones políticas.

Duopolios que para seguir repartiéndose el país como pastel han aprendido a cohabitar en la sombra de la complicidad y la ilegalidad, así como observar ciertas reglas de “urbanidad” que los hacen aparecer como antagónicos, aunque siempre terminan poniéndose de acuerdo para mantener el orden social que tanto les beneficia. En esta sociedad duopólicamente organizada, unas cuantas familias se adueñan del país, condenando a la pobreza a millones de compatriotas. Así, el 10 por ciento de la población más rica se apropia del 40 por ciento de la riqueza nacional, mientras que el 10 por ciento  más pobre sólo obtiene el 1.6 por ciento de lo que el país produce.

El duopolio televisivo, en una esquizofrénica ilusión de alternativas, nos inventa una realidad virtual electrónica que menosprecia la cultura nacional, los valores y la educación de la población. Ni Alicia en el país de las maravillas vivía un surrealismo y un mundo al revés como el que nos inventan las televisoras todos los días a los sufridos mexicanos; nos tratan como deficientes mentales, estúpidos teleespectadores y sumisos consumidores. 

Aparte de acaparar la mayor parte del presupuesto del IFE para las campañas y procesos electorales, el duopolio tele–abusivo termina convirtiéndose en el gran elector, al manipular la información a su conveniencia. Televisa ya tiene candidato a la presidencia para 2012, en la persona del   “Barbie masculino” Peña Nieto. Así, políticos de medio pelo y hasta de copete entero tienen que quedar bien con las televisoras: “quien no sale en la tele, no existe, está muerto políticamente”.

Por otra parte, los partidos políticos administrados como pequeñas mafias eligen y nos imponen malos candidatos y pésimos gobernantes que acaban siendo simples administradores al servicio de los intereses empresariales, “un gobierno de empresarios para empresarios” (Fox dixit). Muchos de los que actualmente ocupan altos cargos en el gobierno fueron o serán empleados de las grandes empresas (Zedillo, Fox, Gil Díaz, Pedro Aspe, entre otros). Los mexicanos, cargamos con una clase política de las más caras, corruptas e ineficaces del mundo; sus campañas electorales y la institución que las “regula” le significan al país una carga muy onerosa.

En un gobierno confesional como el que padecemos actualmente en México, los intereses terrenales de la iglesia cohabitan inmoralmente con los objetivos celestiales de los políticos; así, mientras la jerarquía eclesiástica gobierna, los panistas predican y pontifican. ¿“Al César lo que es del César”?, ¿Estado laico?, ¿para qué? sí se puede satisfacer y disfrutar al mismo tiempo de los deseos de la carne, aunque las víctimas sean niños (poder terrenal) y del espíritu (poder celestial). Si el PRI tiene la patente tricolor, ¿por qué el PAN no puede tener la de Roma? Basta con definirse como auténticos y únicos guardianes y defensores de la moral y las buenas costumbres para gobernar este país con desvergüenza y sin morir en el intento.

La joya de la corona de este “país de las maravillas” se expresa en el duopolio conformado por la delincuencia organizada y su par, las corporaciones encargadas de combatirla (sólo que no tan organizadas).  Ambos “cónyuges” se necesitan y cohabitan bajo acuerdos no escritos. El  oscuro oficio de uno se ve complementado con la protección del otro; pero este amasiato, para sobrevivir, necesita estar bendecido con la Suprema Impunidad que sólo un sistema judicial como el nuestro, puede garantizar.

¿”Al diablo con sus instituciones”, o el diablo de sus instituciones? ¿Hasta cuándo durará la luna de miel de estos duopolios que amalgaman el poder formal y el poder fáctico en México? Sin embargo, es bueno recordar que: “No hay mal que dure 100 años. Ni pueblo que lo aguante”.

 

*Profesor–investigador,  Facultad de Psicología, UAP.

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