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Artículo de Israel León O´Farrill

Artículo de Israel León O´Farrill

 OPINIÓN  

Carolina, el fut y la ciencia

 
ISRAEL LEÓN O’FARRILL

Carolina Aranda Cruz... –¿y quién demonios es ella?–, preguntará algún lector con cierta razón; el Chelis, José Luis Sánchez Sola... –¡Ah, ahora sí!, pos el director técnico del Puebla– dirá otro con seguridad. El lector también supondrá, de acuerdo al perfil de este espacio semanal, que se trata de alguna escritora famosa, o de alguna historiadora perdida en los anaqueles más recónditos de las librerías. Pues no, se trata de una niña que en estos días andará por los 12 años, y que seguramente se sigue preocupando por los asuntos que atañen a la ciencia.

Resulta que hace dos años, en mayo de 2007, Carolina habló ante pediatras y el presidente de la República en el Congreso Nacional de Pediatría en el World Trade Center (Hotel de México, pa’ los monolingües) y sus palabras fueron apabullantes, ácidas y especialmente incómodas para una buena cantidad de gente. Para ella, es una pena que en México importe más el futbol que la ciencia, y reflexiona: “¿por qué apoyar más a los futbolistas que a los científicos? ¿son mejores personas? ¿producen mayor riqueza? ¿nos divierten más? No creo: gracias a los científicos también nos divertimos, ellos inventaron las computadoras, las iPod, los simuladores.” A la vez, se duele del poco apoyo y reconocimiento que tenemos hacia nuestros científicos, aun cuando en verdad son los que nos hacen ganar premios y no se quejan de que si el pasto era irregular, de que no se conocían en la cancha –laboratorio sería el caso–, o de que “eran puro negro y corren reteharto, o eran puro güero de ocho metros y los muy canijos se dedicaron a hacer juego aéreo, méndigos.” Es decir, no se andan con nimiedades y pretextos: o le chambean o no consiguen la beca o el apoyo que requieren para seguir trabajando. Por si fuera poco, sus sueldos a veces son de miseria y tienen que matarse horas trabajando proyectos complejos, que a la par de requerir trabajo intelectual, en numerosas ocasiones requieren paciencia y alto grado de tolerancia a la frustración. Entiendo que los futbolistas tienen fuertes dosis de estrés pues de no ganar el torneo, pueden perder la chamba y a la mega tortita que hayan conseguido con sus inflados sueldos, pero supongo que ganan lo suficiente como para que las preocupaciones de los comunes mortales les resulten fruslerías.

Otro tanto sucede con aquellos investigadores dedicados a las Ciencias Sociales. Todos por igual, han de concursar para obtener becas, perfiles y apoyos para continuar con sus investigaciones. Como lo he comentado en otras ocasiones, el drama del trabajo intelectual es que cuesta la mitad del cerebro desarrollarlo y poco se gana al final; es decir, la relación costo beneficio es bastante jodida. Por si fuera poco, Carolina se suma a muchos intelectuales que critican al gobierno y a los empresarios por no invertir lo suficiente para que los cerebros se queden en México y no tengan que largarse a otros países donde sí que son reconocidos y remunerados. Ya he citado los trabajos de Amparo Ruiz del Castillo, de Pablo Latapí Serra y de Jaime Ornelas Delgado. Lo interesante con Carolina, es que es una niña que ha comprendido el cruel drama de la academia en nuestro país, y por ende, se preocupa por su futuro. Si no hacen caso a los intelectuales, bien harían en hacer caso a una voz infantil que clama por que el verdadero desarrollo llegue a nuestro país. No necesitamos firmar a uno que otro brasileño o argentino que pueda pegarle bien al balón; requerimos garantizar que el país pueda desarrollar tecnología propia, cosa que a los directivos y al público les viene guango.

Lo curioso es que sólo dos medios cubrieron la nota de Carolina: el canal Once y La Jornada. Lógico resulta pensar que tanto la empresa de Azcárraga como la de Salinas Pliego harían caso omiso a la denuncia de la niña: ellos tienen varios equipos de futbol en su haber, y las críticas les calaron hondo. También es interesante que en fechas recientes, unos buenos amigos me hicieron llegar vía correo electrónico la noticia; los que me lo enviaron afirman que es necesario hacer cadenas con este tipo de información, inteligentes, no las consabidas de las bendiciones, de los videos curiosos, fórmulas para encontrar el amor o aquella de la niña que o ya se petateó por la falta del riñón, o ya tiene unos 234 resultado de las veces que le ha dado la vuelta al mundo el maldito correo. La verdad es que el chahuistle ya me hubiera caído unas 20 veces, pues nunca reenvío esas patrañas.

Lo dicho, hoy es más conocido el Chelis que cualquiera que se dedique a la ciencia y que esté propiciando con su trabajo un mejor mundo para el mañana. Mientras sigamos padeciendo por las mediocridades de selecciones, directivos, dueños y jugadores y no por la falta de apoyos y difusión de la ciencia, nosotros como sociedad, seguiremos a esos actores en la misma mediocridad. Depresión causó en Puebla que los camoteros no llegaran a la final; más depresión debería causarnos el no saber que cientos de investigaciones que se realizan en la universidad terminen siendo absorbidas por transnacionales o beneficien a otros países. La emoción de un partido dura 90 minutos, pero nuestra mediocridad puede durarnos generaciones.

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