Artículos de Jaime Ornelas, Manuel Bartlett Díaz y de Ricardo Rocha

Petróleo: autonomía o sometimiento |
El precio del petróleo generó una crisis mundial. El tema está en los medios internacionales. Divide a los países en productores o consumidores; éstos en diferentes tonos exigen mayor producción para ellos y menos precio, pero la balanza del poder no está de su lado. Bush exige a Arabia Saudita más producción con amenazas, el rey Abdullah lo rechaza y le señala que no es sólo crecimiento de la demanda sino la economía deficitaria de Estados Unidos y su geopolítica. El Financial Times de Londres editorializa el 16 de mayo: “Es tiempo de convocar al Grupo de los Ocho con tres objetivos: impulsar la eficiencia para reducir la demanda; la inversión para aumentar la oferta, y asegurar el reciclamiento de los billones de dólares que reciben los productores de los consumidores, de regreso a los consumidores”. Una de las formas que propone es “un acuerdo entre las compañías nacionales, como Pemex en México y las compañías como Chevron y British Petroleum. Un grupo tiene petróleo y el otro tecnología y experiencia”. Suena conocido. Los ocho se reunieron el 8 de junio y pese a exigencias de presiones para someter a los productores, con lenguaje diplomático propusieron lo mismo: más producción, menos despilfarro. Respecto a los productores se mencionaron los subsidios a las gasolinas, que ya no soportan los países en desarrollo, arriesgando inestabilidad social. La histeria de los países consumidores se revela en artículos internacionales catastróficos: “será el dislocamiento financiero”, “la caída del nivel de vida”, sostenidos durante años por el bajo precio del petróleo, o sea, la constante transferencia de riqueza de los productores a los consumidores. La situación apunta al fortalecimiento de los petroleros: Arabia Saudita, Rusia, que reunió esta semana a todos los directores de las petroleras occidentales en el primer informe del presidente Medvedev. Ahí estuvieron pese a acciones renacionalizadoras, conflictos locales con British Petroleum, con Shell y a la airada declaración del director de Exxon de que en Rusia no hay respeto a la ley. En México la balanza del poder hacia los petroleros no nos beneficia. El gobierno ha decido seguir los dictados de los poderosos aunque estén hoy en desventaja. Apegado al Financial Times, el proyecto es producir más para ellos sin tomar en cuenta las reservas ni el aprovechamiento máximo nuestro. Eso es lo que significa que Carstens insista en que no tenemos recursos pese al elevado precio del petróleo porque se nos va —se recicla— en importación de gasolina y gas. No hacen nada pese a la urgencia para corregir esta situación absurda sólo explicable por compromisos de gobierno de no hacerlo, y de refinar en su caso como lo propone Calderón con empresas extranjeras en México para cederles las ganancias y el destino del producto. La preocupación del director de Exxon sobre el respeto a la ley en México no inquieta, el contratismo que tratan de imponer sólo “le da la vuelta a la ley”, el legalismo transnacional es circunstancial. La crisis mundial no altera a Calderón, el proyecto está decidido y de permitírselo el Congreso, nuestra industria petrolera será colonizada y convertida en “recicladora” de dinero hacia Estados Unidos, fortaleciendo su economía en lugar de la nuestra. Tendremos menos recursos para combatir la pobreza y ellos tendrán más para reforzar la infame muralla fronteriza levantada para detener a los pobres; ellos no serán reciclados, sólo el dinero del petróleo. mbartlett_diaz@hotmail.com Ex secretario de Estado |
Detrás de la Noticia |
El juego que todos jugamos Así se titulaba la obra del gran Alejandro Jodorowsky que en mis tiempos de universitario se representó cientos de veces en cuanta compañía amateur o profesional había entonces. Se trataba de una sucesión, más o menos hilvanada, de escenas inspiradas en los conductistas de moda, en las que se recreaban situaciones sobre los más contrastantes sentimientos humanos: los celos, el deseo, el egoísmo, el aislamiento, la felicidad, el odio, la indiferencia y, en fin, el amor y el desamor. Todo a base de los llamados sicodramas que plasmaban en el escenario las angustias existenciales —que ya se comenzaban a padecer en esos tiempos— con buenas dosis de realismo y un sentido del humor ciertamente ácido. Hoy se me agolpan todos esos recuerdos a propósito del episodio melodramático de Santiago Creel que, ya que estamos en el teatro, nos remite a Calderón —pero De la Barca— con aquello de que “yo sueño que estoy aquí, de estas prisiones guardado, y soñé que en otro estado más lisonjero me vi”. O a lo otro de que “en el mundo, en conclusión, todos sueñan lo que son, pero ninguno lo entiende”. Así, en este país, el juego que todos jugamos es el de la democracia. Por supuesto que sólo cuando nos conviene. En sus dos variantes: la representativa y la participativa. A ver, en el centro del debate nacional está ahora la consulta de Marcelo Ebrard sobre la propuesta petrolera de Felipe Calderón. Y mientras transcurren los foros sobre la ya de por sí polémica reforma, crece también la rabiosa discusión sobre la conveniencia de una consulta popular que juzgue la iniciativa presidencial. Todo, antes de su resolución final en el Senado de la República. Por lo pronto, los panistas y el gobierno federal van perdiendo de todas todas. En términos boxísticos, los panegiristas de la reforma han sido auténticos flanes para los críticos de la iniciativa y para quienes de plano se oponen a ella. Como si se tratara de peleas de dar lástima entre esqueléticos pesos mosca que son apabullados por la pegada contundente de auténticos pesos completos. La pura lista de unos y otros es un adelanto de una ya larga serie de nocauts efectivos. En lo que hace al debate por la consulta la paliza va por el estilo. Los oficialistas ya perdieron la batalla de la supuesta inconstitucionalidad. Los más prestigiosos especialistas del derecho se han pronunciado claramente: la consulta no sólo es legal, constitucional y legítima, sino lógica y moralmente necesaria para la vida democrática de la nación. Así de claro. Por eso ahora la descalificación se basa en la simpática tesis de que todos somos idiotas y que nuestro limitado raciocinio no nos da para decidir en un asunto tan complejo, por lo que este ejercicio de democracia participativa debe ser descartado. En cambio, para eso está nuestra democracia representativa. Que decidan nada más nuestros próceres en el Congreso. Al fin que ya podemos estar seguros de que en lo científico hay decenas de Einstein y Madames Curie entre nuestros legisladores. Que en lo moral sobran los émulos de Ghandi y la madre Teresa. Y en lo patriótico, todos se asemejan a Hidalgo, Morelos y la corregidora. Los oportunistas de la democracia también ofenden nuestra inteligencia con la desmemoria. Como si no estuviesen allí los hechos incontrovertibles tan sólo en los tiempos muy recientes: en agosto del 2000, los diputados panistas pidieron incluir en la Constitución las figuras de referéndum, plebiscito e iniciativa popular; en julio de 2007 el PAN del DF exigió al gobierno perredista que hiciera una consulta ciudadana sobre el trascendente asunto de los parquímetros en Polanco y Anzures; en el mismo mes el actual senador Felipe González propuso un plebiscito para determinar si los sacerdotes podían ocupar cargos de elección popular; al finalizar ese año otro senador en activo, Juan Bueno Torio, impulsó otra vez una iniciativa de reforma constitucional para incluir plebiscito y referéndum porque “la voluntad de los ciudadanos es la autoridad máxima”. Por eso Santiago Creel estaba condenado al fracaso. Imposible arreglar en semanas una incongruencia de años. Pero el miedo suele ser un consejero despiadado. Decíamos apenas la semana pasada que la batalla por la consulta podía ser sanguinaria. Y ya hay un primer muerto. ddn_rocha@hotmail.com |
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