Artículo de Luis Javier Garrido
1. El Informe presidencial de 2009, que de acuerdo con el mandato constitucional es el mecanismo por el cual el Ejecutivo a través del Congreso hace saber a los mexicanos el estado que guarda la administración pública, se terminó por un verdadero desastre institucional, ya que Felipe Calderón se negó a presentarlo personalmente a los legisladores, como lo obliga el artículo 69 constitucional, y organizó una pachanga privada en Palacio Nacional, a la que mediante la fuerza pública negó el acceso a los legisladores que no eran de su agrado y que no pudieron asistir al que no fue otra cosa que un mal organizado acto de propaganda.
2. El mensaje del gobernante ilegítimo que tiene México no constituyó más que una parodia del Informe al que estaba obligado, pues junto con una serie de patéticos lamentos, que evidencian la impotencia de quienes pretenden gobernar, aparecieron absurdas promesas que parecían de campaña, como señalaron los medios. Calderón no informó, desde luego, del marco de ilegalidad en el que las fuerzas armadas y policiales prosiguen realizando todo tipo de tropelías ni de las violaciones sistemáticas a los derechos humanos que cometen los elementos de su gobierno, ni de los paramilitares que prosiguen haciendo valer su ley en diversas regiones del país ni mucho menos del porqué mantiene en las cárceles del país a presos políticos como los de Atenco, lo que le ha merecido la condena internacional.
3. Las contrarreformas constitucionales de 2008 al artículo 69, que pretendieron eximir al Presidente de la República de leer personalmente el Informe, fueron mal redactadas, pero aun así no le retiraron a éste la obligación de entregar personalmente su mensaje, como pretendieron interpretar los aterrados panistas, lo que llevó a Calderón a violar deliberadamente el texto constitucional, que aun ahora sigue abriendo la vía para un diálogo institucional entre el Ejecutivo y el Legislativo.
4. Las mal redactadas modificaciones a este texto, presentadas hace un año como un avance para terminar con el presidencialismo al acabar con el día del Presidente, fueron en realidad una contrarreforma de carácter presidencialista, pues se hicieron en un momento histórico en el que se discutía la necesidad de instaurar un verdadero diálogo abierto entre el titular del Ejecutivo y el Legislativo, y para fortalecer este mecanismo dándole la relevancia que tiene en los regímenes parlamentarios europeos, y, en vez de hacer esto posible, los legisladores retiraron al jefe de Estado y de gobierno la obligación de informar cabalmente a los mexicanos a través del Congreso lo que ha sido su gestión, y someterse a su juicio, con lo que ahora ese acto de rendición de cuentas se está transformando en demagogia del poder y de burla a la ciudadanía.
5. El hecho de que miembros del Estado Mayor Presidencial impidieran con lujo de brutalidad el acceso al acto, por muy mediocre que fuera, a un grupo de legisladores del PRD y el PT que acudían a la invitación extendida, es de enorme gravedad, pues no se veían en México este tipo de vejaciones a integrantes del Legislativo desde los años de Victoriano Huerta. El desprecio de los panistas a las formas es ya absoluto, pero al cometer estas tropelías Calderón y sus amigos se olvidaron de que un legislador no es el representante de un partido, sino de la nación conforme a las leyes mexicanas, y que a todos debe respeto por igual y un trato similar.
6. El autoritarismo fascistoide mostrado por el gobierno panista de facto antes de cumplirse la primera mitad del sexenio, que ahora se evidencia con un renovado desprecio a las instituciones constitucionales, no presagia nada bueno para los mexicanos, en particular por venir de un grupo de individuos mediocres e insignificantes políticamente, y a este respecto no hay que olvidar las lecciones de la historia. La mayor parte de los gobiernos totalitarios del siglo XX, desde el de Antonio Oliveira Salazar, en Portugal (1932-1968), hasta los múltiples casos que se han dado en América Latina en el siglo XX, han tenido rasgos similares a los de México, pues estos individuos no han sido otra cosa que instrumentos de los poderes fácticos.
7. No es de sorprender, por ello, que Felipe Calderón pretenda una vez más engañar a los mexicanos con unas cuantas cifras maquilladas de forma grosera y pretenda situarse más allá de toda responsabilidad por estar hundiendo a México en una de las mayores crisis de su historia, pretendiendo que el actual desastre es consecuencia de la crisis financiera internacional, de la influenza A/H1N1, del cambio climático o de la falta de visión de la oposición.
8. La mal redactada cantaleta de Calderón no escondió la tarea que le tienen encomendada los poderes trasnacionales para el final del sexenio, y que es la misma que ha sido su exigencia desde un principio, pues para ellos el fracaso del panista está en no haberla llevado a cabo, y que es el desmantelamiento más acelerado de la nación mexicana, pues eso, y no otra cosa, son las reformas, cambios estructurales o paquete estratégico que una y otra vez estos poderes han exigido que se terminen de aprobar en México.
9. El mismo proyecto fracasado en todo el continente y repudiado en el mundo es el que Calderón con su patético lamento pretende que le aprueben todas las fuerzas políticas, sosteniendo que si no se implementan las contrarreformas constitucionales demandadas por el capital trasnacional, el país no va a salir adelante, por lo que hay que entregar el petróleo y los recursos estratégicos de la nación a las corporaciones extranjeras y cancelar por completo los derechos sociales que se incorporaron a la Constitución tras la Revolución Mexicana. Ése y no otro es el sentido de su Informe.
10. El país tiene, como en 1810 y en 1910, un régimen contrario a los intereses de las mayorías, y en los próximos meses se va a ver si sigue teniendo un pueblo digno de su propio destino.
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